Tras el estreno de la película "Liberen a Willy", la encantadora orca Keiko se convirtió en una estrella. Su increíble talento e inteligencia cautivaron al público. Personas compasivas querían que el guion de la película cobrara vida y que el delfín-actor encontrara la libertad. Y esto fue lo que sucedió.
Antes de filmar la película
En 1979, una cría de delfín fue capturada frente a las costas de Islandia y colocada en el Acuario de Hafnarfjörður. Tres años después, la orca fue vendida a Ontario y, en 1985, comenzó a actuar en un parque de diversiones de la Ciudad de México. Su gran inteligencia y facilidad de entrenamiento la convirtieron en una estrella en México. Pero a pesar de generar una fortuna para sus dueños, sus condiciones de vida eran pésimas.
Increíble popularidad
En 1993, el encantador e inteligente delfín apareció en la película "Liberen a Willy". Inmediatamente conquistó a un público enorme. Comenzó la demanda pública de mejores condiciones de vida para el delfín y su regreso a la naturaleza. Se creó una organización benéfica que permitía a la gente donar dinero para el tratamiento del delfín enfermo.
El público ignoró todas las advertencias del personal del acuario de que Keiko no sobreviviría en libertad. Se construyó una instalación especial en Reikiavik para preparar a la orca para su libertad. Durante unos cuatro años, el personal del acuario entrenó a Keiko para cazar en libertad y alimentarse de peces vivos. Se le implantó un chip especial que permitía localizarla en el océano y brindarle apoyo si lo necesitaba.
¿Qué pasó con la orca al final?
¡Y así, Keiko quedó libre! Era 2002. El delfín se había asentado en el fiordo de Taknes y se había unido a una manada de orcas. Y aunque mostraba cierto interés por sus compañeras, seguía apegado a las personas. Era evidente que el delfín buscaba el contacto humano y se sentía más atraído por la superficie del océano que por las profundidades.
Un equipo de biólogos monitoreó constantemente la salud de Keiko, y cuando se hizo evidente que el delfín había perdido mucho peso, fue necesario alimentarlo urgentemente. Tras recuperarse, fue liberado de nuevo en el océano. Pero, aunque domesticado, nunca se adaptó a la vida en las profundidades. Un año después, Keiko, demacrado y con neumonía, apareció en la costa noruega, donde exhaló su último suspiro entre los fuertes sollozos de los habitantes de la costa.
Así fue como el concepto de libertad humana llevó a un desafortunado delfín a la tragedia. Habiendo sido alimentado con pescado por un entrenador toda su vida, prefería interactuar con la gente, no con los habitantes del océano. Y nunca pudo cambiar.




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