Rusia es uno de esos países donde los gatos son adorados por casi todo el mundo. Aunque algunos no los consideran mascotas, sin duda ven con cariño fotos divertidas y conmovedoras. Sin embargo, hay países donde la aversión a los gatos forma parte de la identidad nacional.
Indonesia
En Indonesia, la mayoría de la población es musulmana y, por lo tanto, debería venerar a los gatos. Al fin y al cabo, el propio profeta Mahoma era un firme defensor de esta religión, y según la leyenda, los gatos incluso dormían en su túnica. Sin embargo, esto no es cierto. Los gatos indonesios son muy independientes y viven al aire libre. Los lugareños simplemente no entienden por qué necesitan cuidados. Creen que los gatos son perfectamente capaces de encontrar su propia comida.
Noruega
En la ciudad noruega de Longyearbyen, existe una ley que prohíbe tener gatos. Esto se debe a su ubicación geográfica y clima.
Longyearbyen se encuentra en el archipiélago polar de Svalbard, lo que lo convierte en un lugar extremadamente frío durante todo el año. Los gatos que se aventuran al exterior pueden morir de hipotermia, y sus cadáveres pueden convertirse posteriormente en una fuente de enfermedades infecciosas para los humanos.
Vietnam
Este país encabeza la lista de países cuyos ciudadanos detestan a los gatos. Esta aversión se debe a la sincera creencia de los vietnamitas de que los felinos son la causa de la pobreza. Si bien los vietnamitas aceptan con gusto a los ratones y las ratas, desconfían de la presencia de un gato.
Australia
Los ambientalistas del país están convencidos de que los gatos amenazan el equilibrio de la naturaleza. Las autoridades australianas decidieron sacrificar a 2 millones de gatos salvajes en 2020, aunque diversas estimaciones sitúan su población total en el continente entre 2 y 6 millones.
Una situación similar se observa en la vecina Nueva Zelanda, donde un ecologista ha propuesto una visión del futuro en la que los gatos no tienen cabida en el nuevo mundo ideal.
Irlanda
Irlanda es uno de los países europeos más prósperos. Sus habitantes no es que detesten a los gatos, sino que prefieren a los perros; esto es un hecho histórico. Se desconoce la verdadera razón. Es muy posible que esta aversión se deba a las numerosas supersticiones que afirman que los gatos solo traen mala suerte al hogar.
